“Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”. Esta frase atribuida supuestamente a James Dean ha sido el epitafio perfecto para grandes músicos del siglo XX. Bueno, tal ves el genio del saxo alto Charlie Parker paso por alto lo de la apariencia del cadáver. Con una carrera precoz, a los quince ya era jazzista profesional, recorre los principales clubs de Chicago, Nueva York y Los Angeles antes de los veinte, adicto a la heroína y el alcohol, ingresa a un psiquiátrico a los veinticinco, alcanza el reconocimiento a los treinta, para morir de ulcera de estomago, neumonía, cirrosis e infarto a los treinta y cinco. El forense, después de hacer la autopsia, puso erróneamente la edad de “Bird” (su alias) como sujeto de entre “cincuenta y sesenta años de edad”. De esa manera se consumió ese cerillo. Rápido y brillante. Leyenda desde antes de morir, se le han dedicado cuentos, novelas, películas y por supuesto, infinidad de piezas. Eslabón imprescindible entre el jazz de minorías al de masas, queda en los anales como uno de los músicos imprescindibles del siglo XX. Aunque no sean amante del jazz. Como muestra: “The Best of Charlie Parker”.
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